Hay perros a los que les encaja el nombre como un guante. Django es uno de ellos. Aún no es más que un cachorrón, apenas tiene nueve meses. Y ya se ve el perrazo poderoso y noble que va a ser.
Me cuentan que encontraron a Django en un descampado de Madrid sin collar. El pobre se pegó a esos seres humanos que vio y que acabaron llevándoselo con ellos. Unos humanos que, tras comprobar que no tenía chip, lo metieron en su casa. Unas personas a las que agradecer desde aquí que no miren a otro lado, que se compliquen la existencia para ayudar a un ser indefenso y vendido a su mala suerte.
Hace ya mucho tiempo me juré que no miraría a otro lado, que si me encontraba frente a un animal desamparado le prestaría mi ayuda, por mínima que fuera.
Os invito a hacer esa promesa. No es preciso ir buscando activamente animales a los que ayudar, basta sencillamente con no ignorar, no dejar pasar a los que el azar o el destino nos ponga delante. Puede que jamás suceda, pero tener esa promesa hecha de antemano nos ayudará a reaccionar como debemos si nos lo encontramos. Y no solamente cuando sea un animal.
Hacernos una promesa así, guardar ese juramento en nuestro interior, nos ayudará también a sentirnos un poquito mejor con nosotros mismos. Y a veces uno necesita desesperadamente sentirse mejor con uno mismo.
Tal vez Django creció demasiado, tal vez sencillamente estorbaba de cara a las vacaciones de verano. Imposible saberlo.
Muy sociable, Django necesita un hogar. “Nuestro perro cada vez lo tolera menos porque Django es como cualquier otro cachorro juguetón y el nuestro es demasiado tranquilo”, me cuentan.
Ayudemos a los que ayudan.
Contacto: miguel25u@hotmail.com